Fragmento: Los ciegos en Esparta

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"Los espartanos no fueron más crueles que otros pueblos griegos ni trataron peor a los ciegos que en otros países más o menos civilizados, como hemos expuesto hasta ahora y seguiremos viendo. Ahora bien, en Esparta, en vez de desentenderse los gobernantes y familiares de la suerte que pudiera correr un individuo que perdiera la vista habiendo cumplido los tres años de edad, o tratarle como a un ser inútil, le exigían prestar sus servicios a la patria, pues era preciso aprovechar al máximo el potencial humano. Con este fin se le adiestraba en aquellos ejercicios y oficios para los cuales mostraba aptitudes, pudiendo afirmarse que fue Licurgo, por lo común tan duramente juzgado por muchos espíritus sensibles en exceso, el primero que creyó en la posibilidad de rehabilitar y educar a los ciegos, quienes ni siquiera fueron eximidos de hacer el servicio militar, pues, si bien no debían acudir al combate, se les encomendaba una misión de defensa en la ciudad y se les sometía a la misma instrucción y disciplina exigida a los hoplitas (soldados de infantería), a fin de que, llegado el caso, se incorporasen a la lucha, aun a riesgo de convertirse en «carne de cañón». A este respecto, se cuenta la conmovedora historia de dos soldados espartanos ciegos, que vendieron caras sus vidas por amor a su patria.

En el verano del año 480 a. de J. C, la gran marea del ejército persa, al mando de su rey Jerjes II, avanzaba por la costa hacia el Sur, amenazando con asolar toda la Hélade. Un puñado de mil cuatrocientos griegos intrépidos, enamorados de su independencia, se opuso al enemigo en el desfiladero de las Termopilas, combatiendo hasta la muerte. Integraban este grupo de héroes los setecientos hombres del contingente tespio (_ HIPERVÍNCULO \l "capitulo11PIE10" _10), cuatrocientos tebanos y los quinientos espartanos, mandados por Leónidas. Al trabarse la lucha, dos espartanos, que llevaban varios días enfermos de oftalmía, se encontraban ya totalmente ciegos. Uno de ellos se hizo conducir hasta el lugar de la contienda por su ilota (esclavo), y, arrojándose con fiereza en medio de ella, dio golpes a diestro y siniestro, matando a unos cuantos enemigos y sucumbiendo a consecuencia de las heridas recibidas. El otro enfermo, llamado Aristodemo, cuyo estado de salud no le permitió ponerse en pie, fue retirado por los pocos supervivientes del ejército griego y regresó a su patria. Al llegar a ésta, sólo se le impuso como castigo el remoquete de Tresas (el que retrocedió); pero ¿cabía mayor afrenta para un soldado nacido y educado a orillas del río Eurotas que estaba dispuesto a morir por su patria? Morir no hubiese tenido importancia. Retroceder, aunque fuese en los brazos de sus compañeros, por causa de la enfermedad, era mil veces peor que caer gloriosamente bajo el peso de las armas enemigas. Por esta razón, tras un año de vivir ocultándose de sus compatriotas para eludir su escarnio, pero atormentado por sus propios remordimientos de conciencia, se hizo materialmente matar en la batalla de Platea (año 479 a. de J. C), mas eso sí, después de haber demostrado con su arrojo, que jamás tembló su corazón de espartano y tras dejar fuera de combate a cuantos persas enemigos halló en su camino, que fueron muchos.

Cierto es que ningún ciego podía ser elegido miembro de la Gerusia (_ HIPERVÍNCULO \l "capitulo11PIE12" _12), pero si después de ser nombrado, alguno de sus componentes perdía la vista —desgracia muy probable en razón de su avanzada edad—, no se le privaba de su jerarquía y seguía ejerciendo su potestad, dado el carácter vitalicio de su nombramiento.

En cuanto a la Apellai o asamblea general de los espartanos, cualquier ciego podía ser elegido miembro de la misma, siempre que hubiese demostrado poseer dotes excepcionales. Esta exigencia que parece establecer una discriminación en contra de los ciegos, ciertamente no lo fue, ya que la misma demostración previa de aptitud se impondría a cualquier vidente, aunque tal vez no se estipulara en la ley; si bien en la práctica habría de ser así en un país donde todo estaba supeditado al bien común.

Como muestra del aprovechamiento del potencial humano por los espartanos, es interesante recordar que a los solteros se les encerraba en una habitación oscura con varias muchachas que tenían que elegir a tientas, casándose con la que eligiesen. Tal vez de esto podría aprovecharse algunas mujeres ciegas mezcladas entre las videntes.

Tomado de: LOS CIEGOS EN LA HISTORIA, Tomo I.

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